Crónicas de Honduras. Lorenzo. Segundas reflexiones en San Lorenzo: sintiéndome en casa

Después de las primeras semanas de adaptación, las enfermedades quedaron atrás y la sensación de estar perdido empezó a desaparecer. Ahora, poco a poco, empiezo a sentirme en casa. Una casa nueva, en un contexto muy diferente, pero casa al fin y al cabo. San Lorenzo nos recibió con las primeras lluvias torrenciales y con un paseo precioso por los manglares, que terminó con un baño en la Playa del Amor, rodeados de aves y de una naturaleza que se siente muy virgen.

En las salidas con CODDEFFAGOLF también comencé a sentirme uno más. Especialmente con el grupo de APROEEM, donde hemos ido creando vínculos con varios agricultores y agricultoras, escuchando sus historias y compartiendo momentos. Como con Doña Santos o Dilma, dos mujeres agricultoras con las que participamos en la organización de la siembra de maíz, un mercadito verde donde vendieron frutas, verduras y tamales deliciosos, y la limpieza de una finca donde más adelante se plantará maíz local (maíz de moropocay) entre todos. Es muy especial sentir que, aunque sea desde un papel más de observador, puedes formar parte de una organización que apoya directamente a las personas que más lo necesitan.

En la primera reunión de APROEEM también tuvimos el honor de probar nuestra primera sopa de gallina, cocinada por Araceli. Con pollo, yuca, plátano, zanahoria y cocinada a fuego lento… sinceramente, una de las sopas más ricas que he probado en mi vida. La comida hondureña sigue siendo, sin duda, uno de los grandes puntos fuertes de esta experiencia.

Otra actividad que me encantó fue acompañar a CODDEFFAGOLF en un monitoreo de aves. El objetivo era que la comunidad más rural de la zona de las lagunas de invierno conociera el nombre de las aves que viven a su alrededor. Allí conocí a Tony, un joven de unos 15 años, que al terminar la actividad y antes de arrancar su moto, me pidió la cámara para hacer unas cuantas fotos. Su entusiasmo era contagioso.

También visitamos la Isla Almeja y la Isla de los Muertos, cerca de la Isla Tigre, para medir bivalvos (sobre todo almejas) plantados por CODDEFFAGOLF. Pero, sin duda, mi salida favorita fue a la zona de El Matearal, donde visitamos un colegio y ayudamos a organizar una sesión de teatro comunitario con niños de 6 a 11 años. La idea era dramatizar los efectos negativos de la contaminación o de las presas en la microcuenca de Laure. Fue divertido, educativo y muy enriquecedor.

Durante los fines de semana también hemos aprovechado para viajar. Una de las experiencias más bonitas fue recorrer los bosques de La Tigra, que parecen sacados de una película de exploradores: humedad, sonidos de aves, senderos verdes… se siente un lugar muy poco explorado. Tegucigalpa nos dio otra perspectiva del país, con su bullicio, sus puestos de comida y museos como el de Identidad Nacional.

Guiados por las recomendaciones de Raquel y Sandra, utilizamos dos fines de semana para cruzar fronteras. Primero, al volcán de Conchagua en El Salvador, donde dormimos en la cima y vimos un amanecer impresionante, con el Golfo de Fonseca desplegándose ante nosotros y la vista de El Salvador, Honduras y Nicaragua a la vez. Después, el Cañón de Somoto en Nicaragua: seis horas caminando, nadando y saltando entre rocas. La experiencia fue aún mejor gracias a nuestro guía, Oswin, un local que convirtió la ruta en algo mucho más inmersivo.

En general, está siendo una experiencia muy positiva, llena de aprendizajes personales, culturales y, cómo no, gastronómicos (jeje). Cuando me preguntan, siempre respondo que lo mejor está siendo la amabilidad de la gente y la cantidad de comidas riquísimas que estoy teniendo la suerte de probar.

Si estás leyendo esto y te estás planteando aplicar para ser PCR el año que viene… ¡te lo recomiendo sin dudarlo!

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